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27 mar 2012

Cuarta mentira: la casa propia es una bendición


El sistema financiero, con la complicidad de los estados alcahuetas, ha encontrado en el sueño del techo propio una de los “nichos de mercado” para enriquecerse por cuenta de las familias de clase media a través de créditos hipotecarios otorgados sobre capitales indexados. Esta demostrado que para que nuestros hijos sean productivos y triunfen en el Siglo XXI hay que incorporarles, carácter, valores, habilidades de relaciones interpersonales, idiomas, creatividad, habilidades para manejar computadores e interconectarse con la aldea virtual y no casas propias al debe.

Es equivocado pensar que los planes de financiación de vivienda a 15 y hasta 30 años, están diseñados para favorecer a las familias con cuotas más cómodas cuando en realidad se elaboran para aprovechar abusivamente y al máximo la vida útil productiva del deudor, que deslumbrado con la ilusión de “la casa propia”, se compromete por lustros y décadas con obligaciones que terminan dinamitando su calidad de vida y expoliando el fruto de años de ahorro y trabajo.

Si su deseo es tener casa propia, piense en adquirirla de contado, o levantarla con sus propias manos, sobre el primer piso de la casa paterna o de los suegros, (como sabiamente lo hacen millares de latinos en los barrios populares) con base en un plan de ahorro programado o mediante proyectos de economía cooperativa. Al acostarse por las noches usted estará sobre su propio piso. Una casa adquirida con crédito hipotecario solo es suya el día que termina de pagar la última cuota de amortización.

Junto con mi esposa tenemos claro que es mas importante dejarle a nuestras hijas dones, talentos, habilidades y destrezas que casas propias. De hecho no tenemos casa propia, pero nuestras hijas han recibido una muy buena educación secundaria bilingüe (ingles) universitaria. Las dos (Marcela (26) y Mónica (23) tienen computadores fijos y portátiles con tecnología y programas de punta. La mayor esta aprendiendo francés y la menor italiano.

Una vez que Mónica termine su educación superior nos pondremos (para entonces tendremos 55 años) a pensar en como comprar una casa propia, de contado. Tenemos decidido que no sera una casa nueva, ahorraremos y buscaremos una buena oportunidad inmobiliaria.

Nosotros, Madeleine y Mario, crecimos en hogares en los que nuestros padres fueron pagadores financiados de tiempo completo; nos inculcaron con mucho énfasis que la “casa propia”, era la máxima realización de un matrimonio. “El que se casa, casa quiere”, repetían con insistencia. Desde luego lo creímos, y tan pronto como fue posible, lo pusimos en práctica.

En diferentes momentos de nuestros 24 años de casados, hemos tenido tres casas propias. Hoy, y desde 1998, no tenemos casa propia (la última propiedad debimos entregarla en dación de pago, para cubrir parcialmente nuestras deudas) y ocupamos en alquiler un confortable apartamento. Debemos confesar amigo lector, que estos han sido los mejores años de nuestra vida en familia; no sólo porque aceptamos  a Jesús como Señor y Salvador y como luz que guía nuestras vidas, sino también como consecuencia de aplicar los principios de sanidad financiera que compartimos con usted en este libro.

Actualmente damos prioridad a las transacciones de contado y privilegiamos el ahorro como base de nuestra economía familiar; hemos bajado del pedestal al sistema financiero en todas sus manifestaciones.

Nuestra prioridad ya no es tener casa propia, y mucho menos con financiación de largo plazo; consideramos que no es inteligente, dedicar el esfuerzo de nuestro trabajo a la amortización de obligaciones sobre activos fijos improductivos.


Amigo lector: Oramos por usted y su familia, para que encuentren utilidad en este libro, bendiciéndolos y deseándoles prosperidad.


COAUTORIA: Muchos (casi todos) los contenidos de este blog son escritos a cuatro ojos y manos y a dos corazones con mi esposa Madeleine. Lo que aquí compartimos tiene el respaldo de nuestras propias cicatrices. Los consejos y reflexiones que aquí planteamos no tienen la pretensión de ser recetas, ni tienen tintes de delirios mesiánicos: son los meros pensamientos de una pareja que, como casi todas,  rema en un mar hostil, pero que no cree en los faros de la sociedad de consumo.

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